La Sección 907: El fiasco o el reinicio

República Armenia
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Hoy, la preservación de la Sección 907 constituye una de las misiones estratégicas más importantes para aquellos armenios, los cuales se oponen a la colonización turco-azerbaiyana de Armenia. Hemos de reunirnos alrededor de ese objetivo y demostrar a Ankara, Bakú y a sus agentes en Ereván que el mundo armenio sigue viviendo, permanece fuerte y es capaz de asestar un golpe demoledor al adversario.

El colaboracionista turco y sus jóvenes jenízaros han entrado en una fase activa de preparación de un caluroso verano de 2026. El sátrapa turco lo denomina «elecciones», en las que, una vez más, a los orgullosos ciudadanos de la así llamada «Armenia Real» se les presentará la “opción” de “elegir” su poder. En realidad, Nikol Pachá necesita demostrar a sus principales que todavía puede mantener bajo el control a 2.5 millones de «ciudadanos orgullosos», manipular a la así llamada «oposición», maltratar la institución milenaria de la Iglesia apostólica armenia, suprimir la imagen del Monte Ararat de los sellos físicos en los pasaportes nacionales y, con todo ello, seguir siendo una figura susceptible de estrechar la mano en amplios sectores de las comunidades armenias en todo el mundo. En Ankara y en Bakú están tranquilos: en la colonia todo está bajo el control, hasta hoy no ha habido sorpresas. Se han concentrado en resolver una misión estratégica más importante, es decir, eliminar los obstáculos que puedan convertirse en un problema al formar su propio sistema transnacional de influencia. El mundo túrquico, al que se le permite crear redes globales dentro de centros clave de toma de decisiones, tiene todas las posibilidades de convertirse en uno de los actores centrales del futuro sistema de relaciones internacionales.

La colonización de Armenia geográfica genera un amplio abanico de amenazas de carácter táctico, que pueden superarse bajo ciertas condiciones y circunstancias. Sin embargo, la formación de una nación turca transnacional con un núcleo turco-azerbaiyano representa una amenaza estratégica real, es decir, la absorción de los restos dispersos del mundo armenio, que es la única fuente de existencia de los armenios. En el último mes, Erdoğan y Aliyev han promovido activamente desde diferentes tribunas la tesis sobre la importancia de hacer desaparecer la Sección 907 de la ley estadounidense conocida como «La Ley de apoyo a la libertad». Veamos, pues, de qué se trata y por qué la Ley es tan importante.

A principios de los años ochenta del siglo pasado, en EE.UU. se consolidó un influyente grupo de presión armenio, dirigido por dos respetadas figuras republicanas tales como el senador Robert Dole y el gobernador californiano George Deukmejian. Su influencia en la élite republicana, incluidos los presidentes Ronald Reagan y, más tarde, George H. W. Bush, desempeñó un papel importante en la configuración de una agenda proarmenia en la Casa Blanca y en el Congreso.

A finales de los años ochenta, la administración de Reagan y un grupo bipartidista en el Congreso apoyaron la aspiración de los armenios de Artsaj/Alto Karabaj de reunirse con la RSS de Armenia. Este tema se abordó a nivel más alto y, posteriormente, determinó el respaldo sustantivo de EE.UU. a los armenios. En 1992 se aprobó la Ley de apoyo a la libertad, que se convirtió en la base legislativa para el establecimiento de relaciones bilaterales de los norteamericanos con estados postsoviéticos. Sin embargo, a dicha ley se añadió la Sección 907, aprobada por mayoría en el Congreso y respaldada por la Administración actual. En el marco de esa Sección se impuso una prohibición de prestar a Azerbaiyán cualquier tipo de asistencia económica, técnico-militar u otra, debido a su agresión contra Armenia y Artsaj/ Alto Karabaj. Al mismo tiempo, se permitió el apoyo humanitario y económico a Artsaj/Alto Karabaj dentro de los programas públicos estadounidenses.

La situación es absolutamente sin precedentes en la historia de la política internacional estadounidense. Estados Unidos siempre ha mantenido un enfoque de equilibrio de poder, creando un sistema de influencia sobre todas las partes en conflicto. Incluso los adversarios de Israel en diferentes épocas — desde Egipto y Siria hasta El Estado de Palestina — no han sido tan abiertamente bloqueados por la parte estadounidense. Desde 1994, cuando grandes corporaciones petroleras estadounidenses entraron en Azerbaiyán en el marco del “Contrato del Siglo”, Bakú intentó repetidamente abolir la Sección 907. El grupo de presión petrolero se metió en ese proceso, pero todos los intentos fracasaron. Más aún, en 1996 y 1997 surgió una coalición del lobby petrolero de Turquía e Israel que fue derrotada en la guerra de grupos de presión contra la facción proarmenia vinculada al senador Robert Dole. E incluso en las extremadamente complejas condiciones geopolíticas posteriores a la tragedia del 11 de septiembre y a la declaración de la Guerra contra el terrorismo, el Congreso sólo permitió a la Administración Bush suspender la aplicación de algunas cláusulas de la Sección 907. En su mayoría, se trató de limitaciones relacionadas con la economía y la logística, dado que Azerbaiyán había demostrado su disposición a apoyar a Estados Unidos y a proporcionar los recursos necesarios.

En resumen, la Sección 907 de la Ley de apoyo a la libertad, aprobada por mayoría de legisladores norteamericanos de ambos partidos y respaldada por la Casa Blanca, estableció y fijó oficialmente que:
 • Azerbaiyán es una nación agresora, mientras que Armenia y Artsaj/Alto Karabaj son víctimas de esa agresión;
 • Azerbaiyán lleva a cabo un bloqueo ilícito de las fronteras con Armenia y Artsaj/Alto Karabaj;
 • Artsaj/Alto Karabaj es una entidad soberana que, a diferencia del Azerbaiyán reconocido de iure, recibe apoyo a través de programas públicos estadounidenses.

Se puede debatir indefinidamente sobre la eficacia de la Sección 907, pero en esta situación hay hechos indiscutibles. Primero, el apoyo unánime a su adopción por el Congreso y la Casa Blanca indicó la existencia de proyectos sustantivos estratégicos del Estado profundo (deep state) estadounidense respecto a Armenia y Artsaj/Alto Karabaj. Segundo, la Sección 907 constituye el logro político más importante y el único de contenido significativo del grupo de presión armenio. Tercero, la Ley representa una sólida base legislativa capaz, en circunstancias apropiadas, de influir decisivamente en el cambio de las realidades geopolíticas de la región establecidas debido a la agresión azerbaiyana de 2020.

El colaboracionista turco y sus secuaces, que se autodenominan “expertos”, dicen a los orgullosos ciudadanos de la «Armenia Real» que la Sección 907 no es sino una insignificancia sin importancia real. A nadie se le ocurre formular a esos jóvenes jenízaros una pregunta sencilla: si no es importante, ¿por qué Aliyev, Erdoğan y todos sus grupos de presión se ocupan activamente de esta cuestión? Su objetivo es abolir por completo la Sección 907 lo antes posible, y usan como argumento principal el punto de vista de su sátrapa Pashinián, que no sólo no se opone, sino que está dispuesto a cooperar con los turcos en esa acción.

Lamentablemente, las organizaciones que se autodenominan el grupo de presión armenio han demostrado desde hace tiempo su completa incompetencia e incapacidad profesional, convirtiéndose en un apéndice del sistema feudal en Armenia representado por varios clanes y en los siervos de potencias foráneas. Estas son expresiones suaves para referirse a ellos, teniendo en cuenta cien años de historia de la comunidad armenia en Estados Unidos, una base electoral considerable, una cultura que se funda en cristianismo y el capital político encarnado por la Sección 907, ni siquiera han logrado que la Casa Blanca imponga sanciones simbólicas a Azerbaiyán por la agresión contra Artsaj/Alto Karabaj y por el desplazamiento por la fuerza de toda la población armenia. Ahora las mismas organizaciones alardean de haber logrado imponer una enmienda que solicita que “el Secretario de Estado de los EE.UU. colabore con los gobiernos de Armenia y Azerbaiyán con el fin de facilitar la liberación de prisioneros de guerra armenios, la protección del patrimonio religioso de los armenios y el regreso seguro de los refugiados de Alto Karabaj”.

Es un logro notable pedirle al Secretario de Estado de los EE.UU. (ni siquiera al Presidente ni a la Administración) que, a su vez, ruegue al país agresor que se muestra misericordioso con los prisioneros de guerra y, de ser posible, que no borre las huellas de la civilización armenia en Artsaj. La fórmula «refugiados de Alto Karabaj» merece, en sí misma, alta condecoración por parte del mundo túrquico. Resulta que la población indígena de Artsaj/Alto Karabaj, bloqueada y desplazada por la fuerza de su patria, es simplemente un grupo «refugiado», cuyo única demanda podría limitarse al ”regreso seguro”. Obsérvese la diferencia entre las formulaciones de la Sección 907 y las presentadas como un ”éxito”. Es uno de los indicadores más claros de incompetencia, impotencia y degradación.

Hoy, la preservación de la Sección 907 es un deber estratégico más ardiente para los armenios, los cuales no están de acuerdo con la colonización turco-azerbaiyana de la República de Armenia. Tenemos que unirnos acerca de esta meta y demostrar a Ankara, Bakú y a sus agentes en Ereván que el mundo armenio sigue viviendo, permanece resistente y es capaz de asestar un golpe aplastante al enemigo. El mundo debe ver que los intereses armenios no están representados por aquel turco sin mentón conocido como Nikol Pashinián, ni por la «oposición» primitiva y débil que sólo sueña con la instauración de otro tipo de colonización en Armenia, ni por los acólitos de Pashinián en las comunidades armenias de todo el mundo, que mantienen sus bocas cerradas, sino por fuerzas sociopolíticas nuevas que todavía han de manifestarse.

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